El próximo 31 de enero finaliza el expediente de regulación que durante aproximadamente un año afectó a la casi totalidad de la plantilla de Naval Gijón, sin que por el momento, se vislumbre una salida para el astillero. Pese a los acuerdos entre PYMEl próximo 31 de enero finaliza el expediente de regulación que durante aproximadamente un año afectó a la casi totalidad de la plantilla de Naval Gijón, sin que por el momento, se vislumbre una salida para el astillero. Pese a los acuerdos entre PYMAR (Pequeños y Medianos Astilleros), por un lado y CCOO y UGT por otro, la continuidad de la actividad es a día de hoy mas dudosa que nunca.

Y es que en todo este tiempo, no se ha contratado ninguna carga de trabajo. De hecho, pese a tener a la plantilla en casa se optó por hacer en Ucrania el único barco que se había contratado.

Además, aunque se habían entablado negociaciones para la construcción de cuatro barcos, la oferta del armador ha sido rechazada tres veces aunque su última oferta suponía construir estos barcos sin pérdidas o con unas pérdidas mínimas, y daría un respiro para contratar nuevos buques.

Este hecho no tiene nada de sorprendente, pues en la mente de todos está la operación especulativa que se pretende hacer con los terrenos donde se ubica el astillero. Es obvio el interés de las constructoras por hacerse con unos terrenos privilegiados para la construcción de viviendas, que a día de hoy ya están rodeados por pisos de lujo. Desde luego, si este es el futuro que el gobierno y los gestores de la empresa tienen reservado para Naval, es lógico que no estén dispuestos a alentar una mínima esperanza entre los trabajadores y mucho menos permitir que éstos puedan volver al trabajo de forma permanente, pues sería mucho más difícil un cierre con los trabajadores en el astillero, agrupados y organizados, que en la actual situación con la gente en casa y la plantilla desmovilizada.

Recordemos que el expediente de regulación de empleo fue finalmente aceptado en una tensa asamblea de trabajadores, y que, en aquél momento el acuerdo firmado por las centrales sindicales mayoritarias y la Administración se presentó como la única garantía de continuidad para el astillero. Es cierto que Naval Gijón lleva muchos años inmersa en una grave crisis, fruto de la mala gestión de la compañía (mala para los trabajadores, pues no nos cabe ninguna duda de que algunos han obtenido beneficios millonarios del astillero), por un lado, y de la actitud irresponsable del Principado y el Gobierno central que nunca han controlado seriamente las cuantiosas ayudas públicas que se han dado, por otro. Y que esto ha llevado a los trabajadores a tener que movilizarse en innumerables ocasiones para defender los puestos de trabajo. Indudablemente, esta situación de tensión constante, el desgaste tras años de movilización, las sucesivas prejubilaciones que han diezmado la plantilla, etc, fueron factores que influyeron de forma muy importante a la hora de aceptar el expediente como una posible solución.

Falta de alternativa sindical y política

Pero además otro factor de peso, el decisivo a nuestro juicio, fue la falta de una alternativa sindical y política que pudiera resolver realmente el problema de la viabilidad del astillero. Siempre hemos defendido la necesidad de que Naval pasara a manos públicas, como la única solución realista para garantizar su futuro.

Para muchos, resultará más utópico que nunca a estas alturas, con un plan sobre la mesa para privatizar la mitad de los astilleros públicos (entre ellos IZAR Gijón), reivindicar que la única solución real para Naval Gijón pasaba y pasa por su integración en el grupo público. Al igual que el futuro de IZAR Gijón pasaba y pasa por negarse a la privatización y a una nueva reducción de plantilla que supone la perdida de casi el 50% de los puestos de trabajo. Indudablemente, la situación sería infinitamente más favorable si se hubiera abordado esta lucha conjuntamente con la defensa del sector público, y se hubiera reivindicado la integración en IZAR en ese momento.

Pero creemos que es mucho más absurdo, a la vista de la experiencia de más de dos décadas de reconversiones, pensar que cualquier empresa y menos de los sectores estratégicos (naval, siderurgia, minería…) va a ser más viable bajo la gestión de un empresario privado. Ejemplos tenemos muchos. ¿O es que alguien considera que el futuro de los mineros que trabajan en las minas de Vitorino Alonso está más despejado y es más tranquilizador que el de los mineros de HUNOSA? ¿O que los nuevos planes de ACERALIA de reducir la plantilla y empeorar las condiciones de trabajo va a repercutir favorablemente en la creación de empleo de calidad? ¿Verdaderamente el vergonzoso acuerdo firmado por CCOO y UGT, que supone un golpe brutal al sector naval, va a garantizar mañana el futuro de IZAR Gijón?

Lamentablemente, parece que para nuestras actuales direcciones sindicales, y muy especialmente, CCOO y UGT, la respuesta a estas preguntas no está tan clara como lo estará sin duda para cualquier trabajador de a pie. Y así, una y otra vez vuelven a confiar en la buena voluntad de la patronal y el gobierno de turno, o hacen dramáticos llamamientos al “compromiso” de los empresarios privados para que recompongan un tejido industrial desmantelado tras años de aceptar una privatización tras otra, una reducción de plantilla tras otra.

Intereses especulativos

Es en este contexto donde hemos de enmarcar la situación que vive actualmente Naval Gijón. Es cierto que la situación a estas alturas es complicada, pero aún no se ha dicho la última palabra. Tras el intento de cierre de Naval Gijón no está la “crisis general” del sector naval sino los intereses especulativos, el afán de beneficios a corto plazo y la necesidad de acabar con un modelo laboral donde los trabajadores aún disfrutan de toda una serie de derechos intolerables para la patronal.

La construcción naval, lejos de lo que pretenden hacernos creer, no pasa en el momento actual por una crisis, antes lo contrario. La contratación mundial en 2003 aumentó un 86% respecto al 2002 y los datos disponibles de 2004 confirman esta tendencia ascendente. Y, por cierto, el mayor crecimiento de la industria naval coreana, no ha sido, como se nos repite constantemente, a expensas de Europa, sino de Japón que ha descendido del 47% al 26% en los últimos 20 años, mientras Europa ha pasado del 15% al 14%. De hecho, si hablamos de toneladas compensadas de carga de trabajo, el 8% de cuota correspondiente al 2003 equivalió a una carga de trabajo de 3.094.000 CGT anual, un 50% más que en el periodo 1980-84. Así pues, la construcción de barcos no es sólo una necesidad social (renovar flotas obsoletas, construir buques de doble casco etc…) sino una realidad que pretenden ocultarnos, para que aceptemos más fácilmente los ataques.

La tradición de lucha de Naval Gijón es una ventaja a la hora de abordar esta nueva movilización. Con una postura sindical firme, unitaria y capaz de aprender de errores pasados, será posible una vez más frenar este nuevo ataque y preservar el empleo y el futuro del astillero. De lo contrario, el astillero en el que se inspiró Fernando León para rodar “Los lunes al sol”, puede convertir en realidad los peores presagios de la película.

Mónica Iglesias

CCOO · Asturias

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