Para poder aterrorizar a la plantilla y evitar el surgimiento de reivindicaciones, la práctica habitual de la empresa consiste en llevar a cabo ataques psicológicos constantes contra los trabajadores, especialmente contra las trabajadoras. Desde que Alberto fue al juzgado para testificar a favor de una compañera acosada por la empresa, la dirección, en primer lugar, intentó comprar a Alberto para que se olvidase de los derechos laborales de los trabajadores a los que representaba y fingiese no ver los abusos practicados diariamente por el Corte Inglés. Gracias al apoyo de CCOO y de Alberto, al final la compañera ganó el juicio; fue entonces cuando la dirección empezó la campaña contra este delegado y acabó despidiéndole.
Durante los últimos diez años El Corte Inglés ha logrado reducir los costes laborales de forma impresionante; prueba de ello ha sido la reducción del porcentaje de la plantilla fija, que ha pasado del 90% de hace una década al 50% actual. Los contratos fijos se han sustituido por los contratos basura y ha habido una rotación permanente de las empleadas. Gracias a esto los beneficios no han parado de aumentar y, si añadimos las enormes ayudas económicas que recibe del Estado, el negocio de El Corte Inglés es más que redondo.
Para empeorar las condiciones laborales, la empresa necesita impedir a toda costa la entrada (o la permanencia) de los delegados de CCOO y UGT en los comités de sus centros, para esa tarea utiliza a sus sindicatos amarillos FASGA y FETICO. También necesita evitar que los trabajadores consigan sentencias favorables, porque cada sentencia sienta un precedente incómodo.
En estos últimos dos conflictos el Corte Inglés ha perdido gracias a la presión de los trabajadores, fruto de las concentraciones de protesta delante de los centros de Nervión y Plaza del Duque entre otros y gracias a la acción sindical del sindicato provincial de Hostelería y Comercio de CCOO de Sevilla. Esta victoria es importante porque refuerza la confianza de los empleados en su fuerza y les demuestra la importancia de organizarse dentro de un sindicato de clase.
Felicitamos a Alberto y le agradecemos que nos haya explicado su lucha para que ésta apareciera en las páginas de nuestro periódico.
Francisco R. Carvete
y Raquel E. Andreu