Tras un rosario de promesas incumplidas, mala gestión y de haber dilapidado las ayudas públicas, lo único que se ha ido cumpliendo puntualmente por parte de la empresa es la reducción de plantilla, llevando al astillero a una situación insostenible.LTras un rosario de promesas incumplidas, mala gestión y de haber dilapidado las ayudas públicas, lo único que se ha ido cumpliendo puntualmente por parte de la empresa es la reducción de plantilla, llevando al astillero a una situación insostenible. Los “votos de confianza” otorgados a la empresa por los representantes de CCOO y UGT han servido únicamente para que ésta ganara tiempo y para desgastar y desmovilizar a los trabajadores.

Así lo entendieron también la mayoría de los trabajadores, que el pasado 17 de mayo, en una tensa asamblea, acordaron rechazar el preacuerdo alcanzado por la mayoría del Comité de Empresa (UGT y CCOO) con la dirección de la empresa y PYMAR. Este preacuerdo supeditaba la contratación de cuatro buques portacontenedores a la aceptación de un nuevo recorte de plantilla, vía prejubilaciones. Ante el rechazo de los trabajadores, los representantes abandonaron la asamblea y optaron por realizar sendas reuniones de las secciones sindicales, para apenas dos días después firmar el acuerdo amparándose en su “legitimidad” como representantes mayoritarios de los trabajadores.

Por lo que sabemos, el amedrentamiento de los trabajadores, con argumentos tales como que “esta actitud conduce al cierre del astillero” han vuelto a estar a la orden del día, apoyados por los representantes de las federaciones. Esta situación recuerda mucho a la que se dio en la huelga del montaje hace un par de años, donde, tras rechazar masivamente el preacuerdo en asamblea, UGT lo firmó en solitario y CCOO se sumó dos o tres días después. También en aquella ocasión se tachó a los trabajadores de irresponsables y poco menos que de llevar a Aceralia a la bancarrota. En todo caso, lo único constatable hasta el momento es que si alguien ha pecado de irresponsable ha sido la mayoría del comité de empresa, aceptando recorte tras recorte sin ningún tipo de garantía y abriendo y cerrando el grifo de la movilización arbitrariamente, cada vez que la empresa o PYMAR hacía un guiño, por débil que este fuera. De hecho, tras perder la última asamblea, han optado por suspender las tradicionales asambleas de los jueves, puesto que “no hay nada nuevo sobre lo que informar”, demostrando así hasta que punto temen enfrentarse a los trabajadores.

Más subcontratación, peores condiciones de trabajo y de seguridad

Al margen de nuestra opinión, lo que está sobre la mesa es un acuerdo por el cual se aceptan 73 nuevas prejubilaciones, con condiciones peores que anteriores expedientes, sin conocer las garantías salariales para el cobro de las mismas y sin que exista un plan creíble de viabilidad. Todo a cambio de “garantizar la viabilidad de Naval Gijón”, que a este paso no tendrá plantilla suficiente para mantener la actividad del astillero. Mientras, no nos cabe duda que aumentará la subcontratación, con el consiguiente empeoramiento de las condiciones de trabajo y de seguridad. Más allá de las continuas lamentaciones contra la precariedad y la eventualidad, es en la actividad sindical cotidiana donde debe defenderse el empleo estable y de calidad, y en este terreno la práctica de los últimos años no tiene nada que ver con las bonitas declaraciones de todos los días. Las consecuencias son además dramáticas: los cuatro trabajadores muertos en Ferrol, todos ellos de subcontratas, son el último ejemplo de una realidad laboral cada día más dura.

La situación de Naval Gijón es ciertamente muy difícil. El próximo ataque, que sin duda llegará más pronto que tarde, pondrá al resto de la plantilla ante una situación aún peor. Las nuevas prejubilaciones no solucionarán el problema de fondo, pues en última instancia son poderosos intereses especulativos sobre los terrenos los que están en juego. Nos atrevemos a afirmar que el actual acuerdo y la contratación de estos cuatro buques encubren una operación de más envergadura, que pasa por la compra de Izar por parte de los actuales gestores de Naval Gijón, cuya intención es, en un primer momento, el cierre definitivo de Naval, y el consiguiente traslado de la producción a Izar Gijón, con la consiguiente destrucción de capacidad productiva que esto implica para la bahía.

Los dirigentes de CCOO

y UGT no están a la altura

La movilización y la solidaridad del resto de la clase obrera continúa siendo el mejor camino para garantizar el mantenimiento del sector naval en la región. Pero que duda cabe que los actuales representantes de CCOO y UGT en el comité de empresa son incapaces de avanzar nada en este sentido, y han demostrado no estar a la altura de los graves problemas que tiene el astillero, despreciando la voluntad mayoritaria de los trabajadores.

Desde nuestro periódico hemos seguido el conflicto de Naval Gijón en mejores y peores momentos. Los que nos conocen saben que estaremos a su lado hasta el final, manteniendo la confianza en la capacidad de lucha de los trabajadores. Nosotros hemos aprendido y seguiremos aprendiendo de la experiencia del conjunto de los trabajadores en su lucha por defender cada día las condiciones de vida.

Pero necesariamente este artículo deja hoy poco espacio al optimismo: no culpamos del desenlace del conflicto más que a quienes tenían y tienen la responsabilidad de dirigirlo. Tampoco tiramos la toalla en cuanto a la necesidad de participar en los sindicatos, tanto a nivel de empresa como de las federaciones, para conseguir un giro a la izquierda en su política. Lejos de “irnos a casa”, debemos participar más decididamente, para tener unas direcciones sindicales a la altura de las circunstancias y evitar nuevos retrocesos. Si nuestros análisis sirven a otros trabajadores para animarles en esta tarea, habremos dado un paso más para enfrentarnos en mejores condiciones a futuros ataques, y comenzar a recuperar el terreno perdido.

Mónica Iglesias

CCOO · Asturias

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