166 páginas • 8 euros

La Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels acaba de publicar La concepción materialista de la historia, de Plejánov, un libro sin duda que introducirá al lector en los fundamentos de la concepción materialista de la lucha de clases y de la crítica al revisionismo. Plejánov, como introductor del marxismo en Rusia jugó un papel muy destacado en la lucha contra el idealismo filosófico y el anarquismo, dominantes entre la intelectualidad de la época. Un texto fundamental, que educó a toda una generación de revolucionarios marxistas y que hoy sigue mostrando todo su vigor. A continuación publicamos la introducción del propio Plejánov.

Prólogo de Plejánov

Con los tres estudios que someto aquí a la crítica del lector alemán quisiera contribuir a la comprensión ya la explicación de la concepción materialista de la historia de Carlos Marx, una de las más grandes conquistas del pensamiento teórico del siglo XIX.

Tengo plena conciencia de la modestia de mi contribución. Si se quisiera demostrar el valor total y la importancia de esta concepción de la historia, estaríamos obligados a escribir una historia completa del materialismo. Como me es imposible hacerlo, debo limitarme a comparar, con ayuda de monografías especiales, el materialismo francés del siglo XVII con el materialismo moderno.

Entre los representantes del materialismo francés he elegido a Holbach y a Helvecio, a quienes considero, por muchas razones, pensadores muy importantes, que hasta nuestros días no han sido suficientemente apreciados.

Helvecio ha sido con frecuencia refutado y calumniado, pero no se han tomado el trabajo de entenderlo. En la exposición y crítica de sus obras he trabajado, si así puede decirse, en terreno virgen. Sólo algunas vagas y fugitivas frases encontradas en Hegel y en Marx han podido servirme de guía. No depende de mí juzgar si he sabido sacar provecho de lo que estos dos grandes maestros me han legado en el terreno de la filosofía.

Holbach como lógico era menos audaz, como pensador menos revolucionario que Helvecio. Ya en su tiempo, fue considerado menos “chocante” que el autor de De l’esprit. Asustaba menos que este último: era juzgado más favorablemente y se le rendía con frecuencia justicia. Pese a esto, también él fue comprendido a medias.

Una filosofía materialista debe, como todo sistema filosófico moderno, proponer una interpretación en dos terrenos: por una parte, el terreno de la naturaleza; por el otro, el del desenvolvimiento histórico de la humanidad. Los filósofos materialistas del siglo XVIII, por lo menos los que se vinculan a Locke, poseían por igual una filosofía de la historia y una filosofía de la naturaleza. Para convencerse basta leer sus obras con mayor atención. La tarea indiscutible de los historiadores de la filosofía consistía, por lo tanto, en exponer y en criticar las ideas históricas de los materialistas franceses, así como expusieron y criticaron su concepción de la naturaleza. Esta tarea no se cumplió jamás. Cuando un historiador de la filosofía habla, por ejemplo, de Holbach, no toma en cuenta, por lo general nada más que a su Système de la Nature y lo que toma en cuenta de esta obra en sus consideraciones se refiere únicamente a la filosofía de la naturaleza y de la moral. No se presta aquí ninguna atención a las concepciones históricas de Holbach, ampliamente dispersas en el Système de la Nature y en otras obras. No es pues sorprendente que el gran público no tenga conocimiento de Holbach, y que se haga de él una idea incompleta y falsa. Si consideramos por otra parte que la ética de los materialistas franceses fue siempre interpretada a contrapelo, debemos admitir que hay mucho que aprender en la historia del materialismo francés del siglo XVIII.

Tampoco debemos olvidar que el extraño procedimiento descrito más arriba no se encuentra sólo en las historias generales de filosofía, sino también en las historias consagradas especialmente al materialismo, aunque, en verdad sean poco numerosas hasta el presente; por ejemplo, en el trabajo, considerado clásico, del alemán F. A. Lange, como también en el libro del francés Jules Soury.

En lo que se refiere a Marx, basta recordar que ni los historiadores de la filosofía en general, ni los del materialismo en particular, se dignan mencionar siquiera su concepción materialista de la historia.

Cuando un palo está curvado en un sentido es necesario, para enderezarlo, curvarlo en sentido contrario. En las “contribuciones” que siguen me he visto obligado a hacer lo mismo. Debía, sobre todo, tomar en cuenta las ideas de los filósofos mencionados.

Desde el punto de vista de la escuela a la que considero un honor pertenecer, la idea no es otra cosa que la materia trasladada y traducida en el cerebro humano. Aquél que quiera considerar, a partir de este punto de vista, la historia de las ideas, debe esforzarse por explicar cómo y en qué medida las ideas de tal época han sido producidas por las condiciones sociales, es decir, en última instancia, por los contactos económicos. Explicar esto es una tarea enorme y magnífica, cuya realización renovará completamente la historia de las ideologías. En los estudios que siguen no he eludido esta tarea. Pero no me ha sido posible prestarle la atención que merece, y esto por un motivo bien simple: antes de discutir el porqué del desarrollo de las ideas, debe conocerse de antemano el cómo de ese desarrollo. Aplicado al tema de estas contribuciones esto significa que no puede explicarse por qué la filosofía materialista se ha desarrollado tal como la encontramos en Holbach y en Helvecio en el siglo XVIII y en Marx en el siglo XIX, hasta que se haya demostrado qué era en realidad esta filosofía, con frecuencia mal comprendida o completamente desfigurada. Antes de construir hay que despejar el terreno.

Todavía una palabra. Tal vez se piense que yo no he tratado suficientemente a fondo la teoría del conocimiento de los filósofos en cuestión. Responderé que no he omitido nada para transmitir con toda precisión sus puntos de vista sobre el tema. Pero como no figuro entre los adeptos de la teoría escolástica del conocimiento, tan de moda en nuestros días, no ha sido mi intención ocuparme detalladamente de una cuestión secundaria.

Gueorgui Plejánov

Ginebra, l de enero de 1896.

Un texto fundamental, que educó a toda una generación de revolucionarios marxistas y que hoy sigue mostrando todo su vigor. A continuación publicamos la introducción del propio Plejánov.

Prólogo de Plejánov

Con los tres estudios que someto aquí a la crítica del lector alemán quisiera contribuir a la comprensión ya la explicación de la concepción materialista de la historia de Carlos Marx, una de las más grandes conquistas del pensamiento teórico del siglo XIX.

Tengo plena conciencia de la modestia de mi contribución. Si se quisiera demostrar el valor total y la importancia de esta concepción de la historia, estaríamos obligados a escribir una historia completa del materialismo. Como me es imposible hacerlo, debo limitarme a comparar, con ayuda de monografías especiales, el materialismo francés del siglo XVII con el materialismo moderno.

Entre los representantes del materialismo francés he elegido a Holbach y a Helvecio, a quienes considero, por muchas razones, pensadores muy importantes, que hasta nuestros días no han sido suficientemente apreciados.

Helvecio ha sido con frecuencia refutado y calumniado, pero no se han tomado el trabajo de entenderlo. En la exposición y crítica de sus obras he trabajado, si así puede decirse, en terreno virgen. Sólo algunas vagas y fugitivas frases encontradas en Hegel y en Marx han podido servirme de guía. No depende de mí juzgar si he sabido sacar provecho de lo que estos dos grandes maestros me han legado en el terreno de la filosofía.

Holbach como lógico era menos audaz, como pensador menos revolucionario que Helvecio. Ya en su tiempo, fue considerado menos “chocante” que el autor de De l’esprit. Asustaba menos que este último: era juzgado más favorablemente y se le rendía con frecuencia justicia. Pese a esto, también él fue comprendido a medias.

Una filosofía materialista debe, como todo sistema filosófico moderno, proponer una interpretación en dos terrenos: por una parte, el terreno de la naturaleza; por el otro, el del desenvolvimiento histórico de la humanidad. Los filósofos materialistas del siglo XVIII, por lo menos los que se vinculan a Locke, poseían por igual una filosofía de la historia y una filosofía de la naturaleza. Para convencerse basta leer sus obras con mayor atención. La tarea indiscutible de los historiadores de la filosofía consistía, por lo tanto, en exponer y en criticar las ideas históricas de los materialistas franceses, así como expusieron y criticaron su concepción de la naturaleza. Esta tarea no se cumplió jamás. Cuando un historiador de la filosofía habla, por ejemplo, de Holbach, no toma en cuenta, por lo general nada más que a su Système de la Nature y lo que toma en cuenta de esta obra en sus consideraciones se refiere únicamente a la filosofía de la naturaleza y de la moral. No se presta aquí ninguna atención a las concepciones históricas de Holbach, ampliamente dispersas en el Système de la Nature y en otras obras. No es pues sorprendente que el gran público no tenga conocimiento de Holbach, y que se haga de él una idea incompleta y falsa. Si consideramos por otra parte que la ética de los materialistas franceses fue siempre interpretada a contrapelo, debemos admitir que hay mucho que aprender en la historia del materialismo francés del siglo XVIII.

Tampoco debemos olvidar que el extraño procedimiento descrito más arriba no se encuentra sólo en las historias generales de filosofía, sino también en las historias consagradas especialmente al materialismo, aunque, en verdad sean poco numerosas hasta el presente; por ejemplo, en el trabajo, considerado clásico, del alemán F. A. Lange, como también en el libro del francés Jules Soury.

En lo que se refiere a Marx, basta recordar que ni los historiadores de la filosofía en general, ni los del materialismo en particular, se dignan mencionar siquiera su concepción materialista de la historia.

Cuando un palo está curvado en un sentido es necesario, para enderezarlo, curvarlo en sentido contrario. En las “contribuciones” que siguen me he visto obligado a hacer lo mismo. Debía, sobre todo, tomar en cuenta las ideas de los filósofos mencionados.

Desde el punto de vista de la escuela a la que considero un honor pertenecer, la idea no es otra cosa que la materia trasladada y traducida en el cerebro humano. Aquél que quiera considerar, a partir de este punto de vista, la historia de las ideas, debe esforzarse por explicar cómo y en qué medida las ideas de tal época han sido producidas por las condiciones sociales, es decir, en última instancia, por los contactos económicos. Explicar esto es una tarea enorme y magnífica, cuya realización renovará completamente la historia de las ideologías. En los estudios que siguen no he eludido esta tarea. Pero no me ha sido posible prestarle la atención que merece, y esto por un motivo bien simple: antes de discutir el porqué del desarrollo de las ideas, debe conocerse de antemano el cómo de ese desarrollo. Aplicado al tema de estas contribuciones esto significa que no puede explicarse por qué la filosofía materialista se ha desarrollado tal como la encontramos en Holbach y en Helvecio en el siglo XVIII y en Marx en el siglo XIX, hasta que se haya demostrado qué era en realidad esta filosofía, con frecuencia mal comprendida o completamente desfigurada. Antes de construir hay que despejar el terreno.

Todavía una palabra. Tal vez se piense que yo no he tratado suficientemente a fondo la teoría del conocimiento de los filósofos en cuestión. Responderé que no he omitido nada para transmitir con toda precisión sus puntos de vista sobre el tema. Pero como no figuro entre los adeptos de la teoría escolástica del conocimiento, tan de moda en nuestros días, no ha sido mi intención ocuparme detalladamente de una cuestión secundaria.

Gueorgui Plejánov

Ginebra, l de enero de 1896.

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