Las elecciones catalanas del 12M han supuesto una confirmación de los procesos políticos que vienen desarrollando en los dos últimos años. La desmovilización del gran movimiento de masas por la república y el derecho a decidir del pueblo catalán, inducida desde la dirección de ERC y de Junts, los pactos en el Parlamento estatal con el PSOE, y los acuerdos políticos en torno a la ley de Amnistía y la “normalización” de relaciones con el Estado y sus instituciones, han generado las condiciones para una fuerte abstención del electorado que se identifica con el independentismo y la izquierda más militante, y beneficiado claramente al PSC y a la derecha españolista.
Lo hemos señalado en numerosas declaraciones que hemos publicado en este periodo. El régimen del 78 ha podido retomar la iniciativa gracias a una derecha catalanista que, aunque se presente como independentista, sigue las indicaciones estratégicas de la burguesía catalana. Y la burguesía catalana quiere enterrar, de una vez por todas, la crisis revolucionaria abierta en octubre de 2017, sofocar definitivamente un movimiento que se le escapó de las manos hace tiempo, y continuar haciendo buenos negocios. En la misma dirección que Puigdemont y Junts, los dirigentes de ERC han realizado una gestión al frente de la Generalitat basada en recortes sociales y pactos con el PSC y el PSOE, renunciando abiertamente a la lucha por la república.
La “normalización” la rentabilizan el PSC y la derecha
El PSC que gana por primera vez en unas elecciones al Parlament tanto en votos como escaños: se hace con el 27,96%, 872.959 votos y 42 diputados, lo que supone 218.193 votos y 9 diputados más que en 2021. La candidatura de Junts encabezada por Carles Puigdemont, se alza con el 21,61%, 674.896 votos y 35 diputados, un incremento de 104.357 y 3 diputados con respecto a los resultados de 2021.
Esta victoria se produce a costa del durísimo varapalo que sufren las fuerzas independentistas. El voto global de Junts, ERC y CUP cae de 2.078.000 votos en 2017 a 1.229.881 del pasado domingo. ¡¡Un millón de votos menos!! Por primera vez desde el inicio del procés, el independentismo no consigue mayoría absoluta. Un punto de inflexión que cierra un ciclo.
Pero además, dentro del movimiento de liberación nacional en Catalunya se acentúa electoralmente una tendencia hacia la derecha, con la consolidación de Junts como primera fuerza independentista, con un discurso reaccionario clásico de Convergencia, y un abierto apoyo al genocidio sionista en Gaza, que se suma a la irrupción en el Parlament de una fuerza xenófoba de extrema derecha como Aliança Catalana, que se hace con 118.302 votos y 2 diputados.
Este giro se complementa con el avance de la reacción españolista, del PP y Vox, que obtienen conjuntamente el 18,93%, y 591.138 votos (263.564 más que en 2021), de los que solo la mitad proceden de fagocitar a Cs. El PP quintuplica su representación en escaños, pasando de 3 a 15, y triplica sus votos, siendo el partido que más sube: de 109.067 a 342.584 votos. Y no lo hace a costa de Vox, que obtiene 30.433 votos más que en 2021. En Barcelona ciudad, el PP supera incluso a ERC situándose como tercera fuerza.
Catalunya fue decisiva para frenar a la derecha en las elecciones estatales del pasado 23 de julio. Por eso mismo estos resultados no son ninguna anécdota: muestran una tendencia que se está consolidando y que no se va a conjurar si el Gobierno de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se empecinan en continuar con sus políticas capitalistas.
Como señalábamos, la enorme frustración generada entre los sectores más a la izquierda y jóvenes, se ha reflejado en una altísima abstención del 42,06%, 20 puntos más que en 2017 o 2015. Y todo esto está siendo aprovechado por la extrema derecha para apuntalar su demagogia reaccionaria, racista, machista y antiinmigrante de forma descarada en los barrios obreros y localidades que siguen golpeadas por la precariedad y el empobrecimiento, los salarios miserables, la ruina de los servicios públicos y la falta de vivienda.
El efecto Puigdemont y la debacle de ERC
Las patéticas explicaciones sobre estos resultados, tanto por Puigdemont como por parte de los dirigentes de Junts y ERC, achacándolos a la falta de unidad, no pueden ocultar la realidad. Y es que en estos cuatro años de Gobiernos de ERC, primero con Junts y luego en solitario, ambas formaciones se han empleado a fondo para reconstruir todos los puentes con el régimen del 78 aplicando la agenda política, económica y social de la burguesía catalana.
Aunque Puigdemont mantenga una autoridad entre sectores de las masas, fruto de su exilio y del odio que le profesan la reacción españolista y el aparto del Estado, la política de gestos y discursos, de maniobras retoricas vacías, tiene efectos cada vez más limitados. Es cierto que Junts es la única fuerza independentista que mejora su votación respecto a 2021, pero se queda muy lejos de lo conseguido en 2017, 948.233 votos, y solo recoge una parte de los 240.000 votos perdidos por ERC y la CUP.
Puigdemont ha centrado su campaña en reconstruir esa Convergencia 2.0 cuyo modelo son los macroproyectos especulativos, las privatizaciones y destrucción de los servicios públicos, o un discurso racista contra la inmigración que nada tiene que envidiar del PP y Vox. Un Puigdemont aplaudido por Foment, la patronal catalana, y que cuenta con destacados empresarios en sus listas y en cuya campaña electoral participaron Artur Más e incluso ¡¡Jordi Pujol!!
ERC es sin duda el gran derrotado en estas elecciones. Pierde dos tercios del apoyo que tuvo en 2017 y uno de cada tres votos conseguidos en 2021. Un descalabró que es consecuencia tanto del abandono de la lucha por la república catalana, como de las políticas capitalistas impulsadas desde la Generalitat: destrucción de la sanidad y la educación públicas, imposibilidad de acceder a una vivienda, crecimiento de la inflación, la desigualdad y la pobreza, etc... Unas políticas que siguen los dictados de la patronal y del Ibex35, y que en poco se diferencian de las políticas de la derecha catalana.
Illa se lleva el gato al agua
Atendiendo a lo ocurrido en estos años es lógico que el principal beneficiario haya sido el PSC-PSOE.
La actuación de Sánchez como “pacificador” tras el levantamiento del pueblo catalán y la feroz represión policial y judicial con la que respondió el aparato del Estado y los partidos del régimen, ha tenido efecto. Planteando la necesidad de cerrar heridas y restablecer puentes, aprobando medidas como los indultos o ahora la amnistía, fruto eso sí de la fuerza desplegada por el movimiento de masas de liberación nacional, y ante los furibundos ataques de la reacción, el voto útil al PSC se ha reforzado.
Una realidad a la que se suma la desaparición de Podemos, que ni siquiera se ha podido presentar, y la percepción de los Comunes-Sumar como un simple apéndice del PSOE. La candidatura amadrinada por Yolanda Díaz y Ada Colau retrocede en 13.500 votos, del 6,77% al 5,82%, y en dos diputados, de 8 a 6, y se queda en porcentajes inferiores a los conseguidos por Iniciativa per Catalunya hace 20 años.
Pedro Sánchez e Illa se han presentado como la mejor opción frente al avance estatal de PP-Vox, al tiempo que apelaban a sectores de la clase obrera castellano parlante, cansados de años de procés, a los que nunca se les ha propuesto un programa que una la lucha por la república catalana con medidas sociales que aborden sus problemas cotidianos: acabar con las listas de espera en la sanidad, frenar la subida desorbitada de los alquileres, acabar con la cada vez más sangrante precariedad laboral, etc. Una clase trabajadora que desconfía mucho de los dirigentes burgueses de Junts, la oligarquía catalana de siempre, y a la que ERC y la izquierda independentista no ha sabido ofrecer una alternativa.
¡Hay que levantar una izquierda revolucionaria de combate!
Otro de los datos negativos de la jornada electoral ha sido el nuevo retroceso de la CUP, que obtiene uno de sus peores resultados: 127.850 votos, el 4,09%. Esto supone 61.237 votos menos que en 2021, y pasar de 9 a 4 diputados. Desde 2015 han perdido el 60% de su apoyo electoral. Y todo en un contexto de enorme desafección entre amplias capas de la juventud, y sectores de la clase trabajadora, con la política institucional y capitalista.
Desde Esquerra Revolucionària pedimos el voto crítico una vez más a esta formación porque sus militantes han estado en primera línea de todas las luchas sociales y sindicales, y porque ha sido la única fuerza parlamentaria que rechazó las políticas capitalistas del Govern de ERC, que ha denunciado con contundencia el genocidio sionista contra el pueblo palestino y el papel cómplice del Gobierno PSOE-SUMAR en el mismo, o que ha señalado el carácter imperialista de la guerra de Ucrania.
Es cierto que las políticas de la izquierda gubernamental y parlamentaria, desde el PSOE-SUMAR, y antes Podemos, a los dirigentes de ERC y los Comunes, generan frustración y desmoralización, y crean dificultades a una organización que se declara anticapitalista y de lucha. No ver esta realidad es absurdo, exactamente igual que dificultades que operan en el terreno electoral, controlado por la maquinaria mediática de la burguesía.
Pero no es menos cierto que la crisis de esta izquierda asimilada por el sistema, también está teniendo importantes efectos en la lucha de masas, como se está viendo en la movilización contra el genocidio en Gaza, en la lucha feminista, o incluso en el terreno sindical, con la conformación de un potente bloque sindical combativo en Catalunya a la burocracia de CCOO y UGT. Una crisis que también ofrece oportunidades.
Por eso mismo, los resultados de la CUP requieren de un análisis honesto, que no eche balones fuera, y que plantee de frente los errores cometidos. La propia campaña electoral de la CUP ha sido una insistencia en errores estratégicos de calado, con los dirigentes apelando constantemente a su disposición a integrarse en un Govern con ERC y Junts. ¿Esa es la solución a la crisis del movimiento de liberación nacional? ¿Entrar en un Govern capitalista?
Precisamente se trata de todo lo contrario. Un Gobierno con Junts y ERC es incompatible con una posición de independencia de clase, con un programa socialista que vincule la república catalana a la lucha por la sanidad y la educación públicas, por salarios dignos, por una vivienda pública asequible para las familias obreras, o por la nacionalización de las eléctricas y de la banca. Romper con el régimen del 78 significa romper con el capitalismo en el Estado español, y eso, como los hechos han demostrado, no lo harán nunca los dirigentes burgueses de Junts ni los socialdemócratas de ERC.
La experiencia de los últimos doce años demuestra que es imposible avanzar un milímetro en la liberación nacional de Catalunya, menos aún mejorar las condiciones de vida y los derechos sociales, de la mano de los dirigentes de Junts y Esquerra. Plantear la independencia desligada de la lucha por la república socialista catalana se ha demostrado como una utopía reaccionaria e impotente.
¡Únete a los comunistas de Esquerra Revolucionària!