Tras dos años de negociaciones entre patronal, gobierno y sindicatos, se ha llegado a un acuerdo para una nueva reforma laboral. Como ya es habitual, ni el conjunto de los trabajadores ni los afiliados de base de CCOO y UGT han sido consultados en ninguna asamblea para pronunciarse sobre el contenido de este acuerdo. Se ha hurtado, por tanto, la opinión del movimiento obrero en una nueva prueba de lo que son los métodos antidemocráticos utilizados habitualmente por las cúpulas de CCOO y UGT.

Esta contrarreforma laboral supondrá nuevos recortes en las condiciones laborales, salariales y de despido del conjunto de la clase obrera del Estado español. Un nuevo pacto social con el que los representantes de la patronal se mostraron exultantes. Y es que no es para menos. Conseguir un nuevo recorte en las indemnizaciones por despido, además de subvenciones millonarias para “fomentar” el empleo, después de que las empresas españolas hayan obtenido beneficios récord en 2005 es todo un logro para la burguesía de este país. El año pasado, las empresas no financieras aumentaron sus dividendos en un 26,2% respecto al año anterior, mientras que la banca duplicaba la cifra anterior, consiguiendo un incremento del 52% en 2005. En contraste, según el Indicador Laboral de Comunidades Autónomas realizado por IESE-Adecco (la Escuela de negocios de la Universidad de Navarra y la mayor ETT del país, respectivamente), durante el mes de febrero de 2006 el salario medio ha descendido por quinto trimestre consecutivo. En los últimos diez años, el salario medio no ha crecido nada mientras los dividendos empresariales se han multiplicado un 200%.

Es en este contexto de beneficios insultantes y contención general de los salarios, en el que los dirigentes de CCOO y UGT han acordado con la patronal y el gobierno de Zapatero una nueva vuelta de tuerca contra la clase obrera. Según todos ellos, esta reforma laboral atacará la precariedad y logrará aumentar el empleo de calidad y la estabilidad laboral. En definitiva, los mismos argumentos utilizados en las anteriores reformas laborales que sólo han conseguido incrementar los beneficios empresariales y profundizar en la indefensión de millones de trabajadores, especialmente entre los más jóvenes. La nueva reforma, que entrará en vigor el próximo 1 de julio, no va a ser menos (ver cuadro).

La misma política económica del PP

Además de la reforma laboral hay toda una serie de medidas aprobadas o en ciernes de serlo, que redundan en la misma dirección. La reforma de las pensiones, también pactada con los sindicatos, supone otro ataque a derechos sociales conquistados (ver pág. 17), se trata de otro “ahorro” del Estado del que luego se benefician los capitalistas por distintas vías, como se ve claramente con la reforma fiscal, en trámite parlamentario y que ya ha contado con el apoyo de CiU y el PNV, y el rechazo de IU y ERC. Podríamos decir que es un preestreno del cambio de socios que el gobierno viene propiciando desde hace unos meses. Con dicha reforma se calcula que el Estado dejará de recaudar 3.500 millones de euros en beneficio, fundamentalmente, de las empresas, mediante la reducción del Impuesto de Sociedades. En los últimos años la reducción constante de los impuestos directos (IRPF, Impuesto de Sociedades) contrasta con el incremento espectacular de los indirectos (IVA), que pagamos todos independientemente de la renta.

Todas estas concesiones a la patronal muestran que la orientación de la política económica del gobierno Zapatero no es más que la continuidad de los anteriores, fueran los encabezados por Aznar o por Felipe González, es decir, la defensa de los intereses empresariales a costa de los derechos y las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera. Aceptar la lógica del capitalismo, aceptar la idea de que los beneficios empresariales es la mejor garantía para el empleo como hacen todos los gobiernos, sean socialdemócratas o de derechas, ha cosechado frutos dramáticos para las familias obreras. Con esta política se engordarán más los dividendos de la burguesía, que aumenta su capacidad de maniobra para poner sobre las espaldas de los trabajadores las consecuencias de la crisis del capitalismo en el futuro inmediato. En ningún caso estamos ante una política económica de izquierdas.

Por un sindicalismo combativo, de clase

y democrático

La política de las direcciones de CCOO y UGT es una prueba concluyente de su bancarrota. Después de años de pactos sociales, después de aceptar la gangrena de la subcontratación generalizada en amplios sectores productivos, de una permanente negociación a la baja en los convenios, después de demostrarse que esta política sindical de pactos con la patronal y desmovilización de los trabajadores sólo ha servido para envalentonar a la burguesía... los dirigentes sindicales dan prueba de lo comprometidos que están con la defensa del capitalismo. En la etapa de decadencia de un sistema social como el que vivimos, la cúpula reformista de los sindicatos de clase tiende a fusionarse cada vez más con el aparato estatal de la clase dominante. Es por tanto urgente levantar dentro de los sindicatos de clase una fuerte oposición de izquierdas a esta política de pacto social.

Los trabajadores y los militantes de CCOO y UGT debemos rechazar firmemente esta nueva reforma laboral, que es la consecuencia lógica de una acción sindical que favorece la estrategia de la patronal. La clase obrera es fuerte y en los últimos años ha aumentado su peso en la sociedad. Contestando a todos aquellos supuestos “teóricos” de la nueva izquierda que han hablado hasta la saciedad de la desaparición de la clase obrera y del proletariado industrial, como efecto de un supuesto triunfo del sector servicios sobre la economía productiva y de la precarización de la fuerza de trabajo, hoy la clase obrera muestra su auténtica fuerza. La magnífica lucha de los trabajadores del metal en Vigo, de los trabajadores de Volkswagen en Navarra, como ayer de los trabajadores de Seat, de los jóvenes y los obreros franceses que han conquistado una victoria histórica contra la derecha, muestran todo el maravilloso potencial de la clase trabajadora. La contradicción central de la sociedad de clases hoy sigue siendo la misma que hace 150 años: la contradicción entre el capital y el trabajo asalariado.

Es, por tanto, la obligación de todos aquellos que reclamamos un sindicalismo de clase basado en la movilización del movimiento obrero, que defienda métodos democráticos a través de la libre discusión y toma de decisiones en las asambleas de afiliados y trabajadores, y que entendemos que la lucha obrera por la defensa de nuestros intereses pasa por vincular la acción sindical a un combate más amplio por la transformación socialista de la sociedad, levantar urgentemente una oposición de izquierdas sindical lo más amplia posible en el seno de los sindicatos de clase.

Los trabajadores y sindicalistas agrupados en la corriente marxista El Militante hacemos un llamamiento a todos los militantes de CCOO y UGT, a todos los sindicalistas de izquierda, a manifestar nuestro rechazo más enérgico a esta contrarreforma laboral y a organizar una oposición de izquierdas sindical para levantar el programa del sindicalismo de clase, combativo y democrático.

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