Muy mal anda el mundo cuando un solo país tiene el derecho de decidir quién sí y quién no es terrorista; y peor marcha la cosa si ese mismo país tiene el poder y la fuerza de castigar con total impunidad a todo aquél que en virtud de su criterio reciMuy mal anda el mundo cuando un solo país tiene el derecho de decidir quién sí y quién no es terrorista; y peor marcha la cosa si ese mismo país tiene el poder y la fuerza de castigar con total impunidad a todo aquél que en virtud de su criterio reciba la calificación de "peligroso" para su seguridad nacional. El ordenamiento internacional surgido de las cenizas de la II Guerra Mundial se hizo añicos el 11 de septiembre. El sistema de las Naciones Unidas, aunque existe aún nominalmente, se ha mostrado totalmente ineficaz e inoperante en la solución de conflictos internacionales en los que entran en juego intereses hegemónicos y geopolíticos de las grandes potencias. La ONU, como órgano regidor de la comunidad mundial, ha sido suplantado en la práctica por la OTAN, el FMI y el BM, quienes detentan el verdadero poder, aplastan las supuestas soberanía e independencia de los Estados nacionales y dictan políticas a los gobiernos de todo el orbe. Curiosamente, detrás de todos ellos se encuentra la misma mano que mueve los hilos y toma las decisiones. Que nadie se llame a engaño. La pretendida globalización no es más que la mundialización del modo de vida occidental, fundamentalmente del norteamericano, junto a sus valores democráticos liberal-burgueses, y cualquier persona, organización o gobierno que ose apartarse de las líneas de actuación trazadas desde los centros de poder corre el riesgo de ser considerado terrorista.

Con la llegada a la Casa Blanca (escandaloso fraude mediante) de un idiota peligroso que amenaza al mundo entero con su discurso de guerra, el orden internacional se ha vuelto mucho más frágil de lo que era al derrumbarse la Unión Soviética y los regímenes socialistas y de Europa del Este, cuando todo el planeta quedó a merced de los designios de una sola potencia, por demás la más poderosa y agresiva de la que se haya tenido noticia jamás. Del equilibrio de fuerzas que una vez conocimos no quedan hoy ni las sombras. Los atentados del 11 de septiembre al World Trade Center y al Pentágono acabaron por completar la obra, sirviéndole en bandeja de plata al señor presidente de Estados Unidos el dominio mundial sin ninguna oposición seria y con la aprobación tácita o el silencio cómplice de la mayoría de las naciones.

El imperio complementa su poderío militar y económico con la dominación cultural e ideológica: las McDonalds, Coca Colas, fast food, el american way of life inundan todos los rincones del planeta. En la era de la globalización sin fronteras, el fin de la historia y la utopía desarmada; no son otra cosa que la internacionalización total del dominio del imperialismo norteamericano. Los oscuros tiempos del Senador McCarthy y del Comité de Actividades Antinorteamericanas, que asolaron la sociedad estadounidense en los anos 50, resurgen con nuevos bríos a escala internacional; y el imperio del Norte se ha convertido, por obra y gracia de la globalización, en gendarme del mundo.

En el saco del terrorismo caben muchos y el nuevo orden antiterrorista permite al imperio deshacerse de algunas molestias que se había visto obligado a tolerar para guardar las apariencias de respeto a la democracia. Así, junto a fundamentalistas étnicos y religiosos aparecen como terroristas movimientos populares de protesta, guerrilleros, luchadores antiglobalización, activistas progresistas y de derechos humanos, militantes de izquierda, etc. En el Medio Oriente son terroristas los niños palestinos que se defienden con piedras frente a los tanques israelíes, mientras Sharon, el halcón de Sabra y Shatila, de Jenín, es "un hombre de paz" y ²tiene derecho a defenderse². Sin duda, los sionistas tienen derecho también a su "espacio vital". En Colombia, son terroristas las guerrilleras FARC y ELN que hablan de paz y se sientan a negociar, mientras la tríada de gobierno, Ejército y los paramilitares de Castaño, que masacran aldeas completas de campesinos supuestos colaboradores de la guerrilla y que mantiene vínculo directo con el narcotráfico, recibe todo el respaldo militar, económico y político resultante del Plan Colombia. Asimismo en Estados Unidos existen, sin ser molestadas, organizaciones de extrema derecha, que preconizan el odio racial y la supremacía blanca, y que incitan a la ejecución de actos terroristas.

Puede sacarse una lección importante: si usted es terrorista al servicio de los intereses norteamericanos, no se preocupe, puede asesinar a un pueblo entero, que estará a salvo. En cambio, si usted piensa y dice que es absurda tanta pobreza y desigualdad, que no puede haber tantos pobres con tan pocos ricos, que está mal que en el mundo mueran diario miles de ninos a causa del hambre y enfermedades curables, sin que se haga nada para evitarlo, si cree que la guerra no resuelve los problemas, que más bien los agrava, y que hay que luchar por transformar esa realidad; usted está corriendo un gravísimo peligro de que lo llamen terrorista.

Gracias a la actual cruzada contra el terrorismo, los centros de poder internacionales han encontrado el pretexto perfecto para contrarrestar un fenómeno que observaban con preocupación: la creciente oposición que se venía fortaleciendo contra la globalización y sus nefastos efectos sociales. En el actual ambiente de persecución y hostigamiento, donde las agencias de seguridad obtienen amplias facultades para violar libertades y derechos civiles, basta ser acusado de terrorista para recibir sobre sí toda la carga de la represión.

El bien necesita del mal, sin él no puede existir. Por eso cuando no existe se le inventa. Terminó la guerra fría y con ella el imperio de la maldad. De golpe se quedó el bien sin enemigo contra quién combatir. Para tranquilidad de los señores del complejo militar industrial aparecieron nuevas fórmulas: un nuevo Eje del mal, conformado por organizaciones terroristas y Estados patrocinadores del terrorismo. Hubo otra excusa para demostrar lo buenos que son los defensores del bien y de la democracia en su lucha contra los malvados, para justificar que el presupuesto destinado a los gastos militares sea mayor que el dedicado a gastos públicos y sociales, para que en este mundo se siga gastando más en matar a personas inocentes que en matar el hambre y la pobreza.

Luego del 11 de septiembre, el hombre más poderoso de la Tierra, emplazó en nombre de la libertad y la democracia al resto de las naciones a aliarse a él, pues en caso contrario se estaría al lado de los terroristas, y ya se sabe lo que les puede pasar a estos últimos y a sus cómplices: sufrir sanciones comerciales, aislamientos, guerra, lluvia de misiles, ataques preventivos unilaterales, sin necesidad de pruebas y sin contar con la comunidad internacional. No quedan alternativas para los pobres de la Tierra. La dignidad y la insolencia de negarse a acatar las órdenes imperiales salen caras en este mundo, si no, que le pregunten a Cuba.

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