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Con ONU o sin ONU: ¡que vuelvan las tropas ya!

Acabar con la guerra y el terrorismo es luchar por el socialismo

les, en seguir insistiendo en la tesis de que ETA era la principal sospechosa del atentado, cuando los mismos servicios de seguridad ya estaban apuntado hacia otros grupos terroristas de origen islámico. Manipularon con el mismo desparpajo con el que durante los últimos años el gobierno —y Aznar particularmente— se había convertido en el epicentro de una campaña venenosa contra todo lo que sonara a vasco y más recientemente, a raíz de la victoria de la izquierda en Catalunya, contra todo lo que sonara a catalán. El asesinato a tiros de un panadero abertzale en Pamplona por un policía nacional, dos días después de los atentados, es un indicador del clima que la derecha ha generado conscientemente en los últimos años.

La paciencia de los trabajadores se ha agotado

Con el único tema con el que se sentía a gusto el PP era con el del terrorismo, pero este gobierno, completamente sumiso a los intereses del imperialismo americano y abanderado del nacionalismo español más reaccionario, es parte integrante del problema. El PP no sólo es incapaz de combatir el problema del terrorismo sino que su política lo alimenta, como ha quedado dramáticamente patente el 11 de marzo. Significativamente, ha sido su actitud ante un brutal atentado terrorista la gota que ha colmado la paciencia de los trabajadores y de la juventud, que se han lanzado a la calle y han votado masivamente a la izquierda el pasado día 14 de marzo. No pudieron ocultar que el atentado del 11 de marzo era la cosecha sangrienta de la entusiasta participación del gobierno del PP en la guerra y la posterior ocupación imperialista de Iraq. No pudieron evitar que saliera a la superficie, una vez más, la enorme fuerza que despliega a clase obrera y la juventud movilizada, tantas ocasiones puesta de manifiesto los últimos años.

La fuerza del movimiento de masas

Lo más reseñable de las elecciones del 14 de marzo es que lo que ha marcado la gran diferencia respecto a las elecciones municipales y autonómicas del pasado mes de mayo ha sido la participación de la clase obrera y de la juventud. El odio y el malestar acumulado hacia el gobierno del PP se han expresado en un voto masivo hacia la izquierda, concentrado fundamentalmente en el PSOE. Aunque el PP ha perdido votos no ha sido ese el factor que ha determinado el vuelco electoral. La derecha también ha movilizado masivamente a su electorado. La diferencia en estas elecciones es que la base social y electoral de la izquierda, los trabajadores y la gran mayoría de la juventud, también se ha movilizado, provocando un notable incremento de la participación general en las urnas. No es verdad, por tanto, que el voto al PSOE haya procedido “de todo el espectro político” como se está escuchando por parte de algunos analistas. Ese análisis no se corresponde a la realidad, a la esencia de lo que ocurrió el 14 de marzo. La izquierda ha ganado gracias al voto de la clase obrera, a la movilización de su voto tradicional y nada más.

La rotunda victoria de la izquierda en las elecciones es una refutación contundente a la tesis predominante en la propia dirección del PSOE de que el cambio electoral vendría de una política de moderación, de “centro”, de orientación hacia la base electoral del PP. Al final la victoria del PSOE se la ha dado la movilización y un sano sentimiento de clase de los trabajadores y de la juventud. Si ha costado tanto que el ambiente de movilización y de crítica hacia el gobierno se expresara electoralmente —como se vio en las pasadas elecciones municipales y autonómicas— es porque, precisamente, los dirigentes de la izquierda no supieron conectar esa voluntad de cambio profundo que se respira en la clase obrera y en la juventud.

Nueva situación política

Ahora se abre una situación política nueva. El nuevo gobierno de la izquierda que se forme tiene la doble ventaja de poder contar con una mayoría absoluta en el Parlamento (se podría reeditar la alianza tripartita que hay en Catalunya) y con el respaldo de la clase obrera y de la juventud movilizada. Ese apoyo se podría multiplicar si de forma clara e inmediata los dirigentes del PSOE anunciaran la retirada incondicional de las tropas en Iraq —tanto si tiene el aval de la ONU como si no, el carácter de la ocupación es imperialista—; la retirada de la LOU y la Ley de Calidad, que tanto han movilizado a la juventud; la eliminación de los restos del Decretazo en el campo andaluz; la satisfacción de las demandas de los trabajadores de astilleros; la derogación de todas las leyes reaccionarias —como la Ley de Partidos—, que no han hecho más que enquistar el problema nacional y amenazar gravemente los derechos democráticos de los trabajadores, y otras medidas de urgencia, que deberían ser la antesala de una política completamente distinta a la derecha en todos los terrenos. Una política que acabe con la precariedad y los accidentes de trabajo, que posibilite el acceso a una vivienda digna, que suponga un incremento drástico de la inversión en la sanidad y la educación pública.

Inevitablemente, la burguesía y sus representantes políticos, la derecha, se opondrían tajantemente a cualquier medida que favoreciera realmente los intereses de los trabajadores y de la juventud. Dirían que es una política “irresponsable”, que “no hay dinero”... En realidad, la política de ataques sociales y a los derechos democráticos que caracterizó la etapa Aznar hunde sus raíces en la crisis del sistema capitalista. Vivimos una época, no sólo en el Estado español sino en el mundo entero, en que todo lo que para los ricos y poderosos es fundamental, sus beneficios, entra en contradicción con lo que para los trabajadores y la juventud es elemental, es decir, un empleo digno, una educación y una sanidad de calidad.

Si hay una lección muy clara que los dirigentes de la izquierda deben sacar de los últimos años y de la experiencia de otros gobiernos de la izquierda en el mundo y en el pasado es que no se puede servir a los intereses de la burguesía y de los trabajadores al mismo tiempo. Eso sí que es utópico. La derecha sí se ha dado cuenta y por eso tienen esa actitud tan brutalmente arrogante y ofensiva hacia los trabajares en todo el mundo. Para preservar su dominio y sus privilegios, no sólo exigen más sacrificios en el terreno social, sino que cuestionan cada vez más claramente los derechos democráticos más elementales. Para preservar su dominio el imperialismo se desliza cada vez más claramente hacia la locura de la guerra y el odio entre los pueblos.

Organizarse para luchar contra el capitalismo

Sin embargo, es perfectamente posible una sociedad en la que todo el mundo trabaje en condiciones dignas y con salarios justos, en que la sanidad y la educación pública sean de calidad y gratuitas para todo el mundo, en que todos podamos disfrutar de la cultura y el ocio sin restricciones. Todo eso es posible si los recursos que el propio desarrollo de la humanidad ha generado no permanecen en manos de una minoría parasitaria y egoísta que sólo piensa en sus beneficios, si la banca y los principales medios de creación de riqueza están nacionalizados bajo control democrático de los trabajadores, para poder así planificar democráticamente la economía en función de los intereses de la mayoría de la sociedad.

Por eso, ahora más que nunca la disyuntiva es socialismo o barbarie. Lo único que puede poner fin a la lacra del terrorismo, a las guerras, a la desigualdad, a la precariedad y a la falta de futuro, al desmantelamiento progresivo de todas nuestras conquistas sociales y democráticas es la lucha contra el capitalismo, la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Por eso es fundamental que toda esa energía que una vez más ha puesto de manifiesto la clase trabajadora y la juventud, se transforme en más organización y en el fortalecimiento de una corriente marxista revolucionaria que tenga presencia en todas las fábricas, tajos, institutos y facultades.

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